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Creencias Doctrinales

1- La Santa Biblia: Nuestra Guía Infalible

Creemos que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios [2 Pedro 1:19-21; 2 Timoteo 3:16; Juan 5:39] y el medio por el cual Él se comunica con Su pueblo. Es nuestra regla infalible de fe y conducta, una guía segura que nos dirige desde la tierra hacia los cielos [Juan 5:24; Salmos 119:11, 105].

2- El Único Dios Verdadero: Padre, Hijo y Espíritu Santo

Adoramos al único Dios verdadero, que existe como Padre, Hijo (Jesucristo) y Espíritu Santo, cuya existencia está bien definida en las Escrituras [Mateo 28:19; Efesios 4:4-6; Génesis 1:26; 2 Corintios 13:14]. Estas tres personas divinas crearon el universo [Génesis 1:2; Juan 1:1-3; Colosenses 1:16-17] y obran en conjunto para la salvación de la humanidad [1 Timoteo 2:3-5; Isaías 45:21-23].

La Humanidad: Caída y Redención en Cristo

El ser humano fue creado en rectitud y bondad, a imagen y semejanza de Dios [Génesis 1:26-31]. Sin embargo, por una transgresión voluntaria, el hombre cayó en pecado [Génesis 3:1-7]. La única esperanza de redención se encuentra exclusivamente en Jesucristo, el Hijo de Dios [Hechos 4:12; Romanos 5:12-21].

4- La Salvación del Alma: Un Regalo de Dios
Forma Parte de Nuestra Familia de Fe!
5- La Santidad: Llamado a una Vida Consagrada

Dios es santo y nos llama a Sus hijos a ser santos [1 Pedro 1:15-16; Hebreos 12:14]. La santidad implica limpieza de toda inmundicia [1 Tesalonicenses 4:3-4; 2 Corintios 6:11], separación del pecado [2 Corintios 6:17], y una total dedicación y consagración a Dios [Romanos 12:1-2; Números 8:17]. Se alcanza por la fe en la Palabra de Dios [Juan 17:17; Efesios 5:26] y en la sangre de Jesucristo [Hebreos 10:10, 29], a través de la obra instantánea y progresiva del Espíritu Santo en nuestra vida [2 Pedro 1:2; Gálatas 5:25-26]. Sin santidad, nadie verá al Señor. Por el poder del Espíritu Santo podemos obedecer este mandamiento: “Sed Santos porque Yo soy Santo”.

10- El Futuro Advenimiento de Cristo: Nuestra Esperanza Bienaventurada

La segunda venida de Cristo es la esperanza más bendita y alentadora para el creyente en todo tiempo [Tito 2:13]. Cristo vendrá para recibir a Su Iglesia, llevando consigo a los creyentes santificados que viven; y los creyentes muertos serán resucitados en un mismo momento para unirse todos con el Señor [1 Tesalonicenses 4:15-17; 1 Corintios 15:51-52].

Después de este extraordinario acontecimiento, descenderá el Señor con Sus santos millares y salvará a Su pueblo Israel, reinando por mil años sobre toda la tierra [Apocalipsis 19:14-21; Apocalipsis 20:4].

11- La Condenación Eterna: El Juicio Final

Después del milenio se efectuará la resurrección de los muertos sin Cristo, siendo presentados delante del Gran Trono Blanco donde serán juzgados por sus obras y luego arrojados al lago de fuego [Apocalipsis 20:11-15].

12- El Cielo Nuevo y la Tierra Nueva: Justicia y Paz Eternas

Conforme a Su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra en las cuales habita la justicia y la paz [2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:22].

13- La Iglesia de Cristo: Su Cuerpo y Esposa en la Tierra
Condición para Ingresar

La condición principal para ingresar a la iglesia es la regeneración [Juan 3:3-5], la cual se experimenta a través de tres pasos:

1. Fe en Jesucristo y en los méritos de Su sangre que limpia de todo pecado [Juan 14:6; Juan 3:16; Hechos 16:31; Efesios 1:7; 1 Juan 1:7-9].

2. Un verdadero arrepentimiento [Hechos 2:38; Mateo 9:14], que consiste en la confesión de los pecados a Dios [1 Juan 1:9] y en abandonarlos [Juan 8:11; Juan 5:14].

3. La confesión pública de la fe en Jesús [Romanos 10:9-10; Marcos 8:38].

Misión en la Tierra: La obra de la Iglesia incluye predicar el evangelio a toda criatura [Mateo 28:19-20; 1 Pedro 2:9-10], mantener la norma de santidad y justicia delante del mundo [Efesios 5:25-27; Mateo 5:13-16], y ser celosa de buenas obras [Tito 2:14; Gálatas 6:10; Mateo 5:16, 44, 45].

14- El Sostenimiento Financiero de la Iglesia: Mayordomía y Generosidad

Dios nos enseña en la Biblia principios sobre cómo debemos consagrarle nuestro tiempo, dinero, talentos y energías. Todo lo que tenemos proviene de Él [Colosenses 1:16; Hageo 2:8], y aunque la salvación no se compra [Isaías 55:1-2; Mateo 10:8], sí se necesitan recursos para sostener el ministerio y expandir la obra de la Iglesia [1 Pedro 2:9-10]. Desde el Antiguo Testamento, los creyentes daban a Dios una porción de sus bienes: Caín y Abel [Génesis 4:3-4], Abraham [Génesis 14:18-20] y Jacob [Génesis 28:20-22]. La ley más tarde formalizó el diezmo [Levítico 27:30-33; Malaquías 3:8-10].

Jesús afirmó este principio [Mateo 23:23; Lucas 11:42], y en el Nuevo Testamento los creyentes incluso daban más que el diezmo [Hechos 2:45; Hechos 4:34-35]. El diezmo es la base mínima del creyente para sostener la obra, y las ofrendas son adicionales [1 Corintios 9:13-14]. Ahora damos no por obligación, sino por gratitud y generosidad [2 Corintios 9:6-8]. Diezmar permite dar con igualdad según las ganancias [2 Corintios 8:13-14] y es parte de la gracia que Dios quiere formar en nosotros [2 Corintios 8:7].